La quesería está situada dentro de una finca de 1.600 hectáreas, propiedad de la familia Mateu y con una cabaña de más de 14.000 ovejas de la raza francesa lacaune. Durante casi un cuarto de siglo, y hasta 2008, estuvo en funcionamiento. “La crisis económica, problemas con la línea de trabajo y de distribución obligaron a echar el cierre”, explica el administrador del recinto y socio de Rodríguez, José Mateu.
Pero por poco tiempo. “Le pedí a la familia que todo tenía que ir muy poquito a poco. Tenía tanto que aprender. Y, además, debíamos valorar en qué estado estaba la maquinaria tras casi cinco años sin usar”, afirma la maestra quesera. “Mi idea era empezar viendo cómo se hacía todo, pero ¡qué va! Al poco tiempo ya estaba metida hasta arriba. La ilusión es el motor más fuerte”, reconoce Rodríguez sin poder ocultar su alegría. “Sigo aprendiendo día a día”, agrega.
Y “pasito a pasito” la quesería logró fabricar 500 quesos al mes en 2014, con una facturación de 78.000 euros. Esa cifra creció más del doble el año pasado hasta los 200.000 euros. “Tengo que confesar que me dio hasta coraje vender los primeros quesos. Eran mis niños. Es que fueron nueve meses mirando todos los días cómo se curaban”, reconoce Rodríguez. “Ahora no, ahora lo que quiero es vender cada vez más”, dice entre risas.
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